viernes, 7 de septiembre de 2012

Salta La Linda, Salta la fétida (I)

Solo una mente perversa puede agredir la ruta del amor y del folklore. Esta mente, dotada de una férrea voluntad e investida de un gran poder, es la que opera en la ciudad de Salta inundando de fetidez la ruta 26. Vale decir, el camino que conduce a muchos recintos amurallados donde se refugia el amor en sus más diversas manifestaciones; el camino que conduce al sacrosanto oratorio de finca “La Candelaria” y que otrora conducía al recinto donde nuestros mejores poetas populares alumbraron zambas como “La Marrupeña”, “La Candelaria” y probablemente “La Nochera”.

En los años 40 y 50 ese recorrido era, además, famoso por las fiestas gauchas que, celebradas sin apego a las efemérides, duraban dos o tres días. En las viejas casonas situadas a la vera del polvoriento camino, sus generosos propietarios agasajaban hasta la extenuación a amigos, músicos, poetas, bellezas autóctonas y políticos.
Permítanme, antes de entrar en el tema que me preocupa, hacer una breve referencia al destino más moderno de la citada ruta 26.

Como seguramente recordarán los memoriosos, a mediados de los años 60, justo cuando irrumpía la célebre “píldora” que cambió para siempre nuestra sexualidad, se produjo un acontecimiento que revolucionó las prácticas galantes en Salta. Me refiero a la bienvenida inauguración del establecimiento hotelero, modelo de higiene y discreción, ubicado en la mítica esquina de Acevedo y Fernández.

Una década después, la explosión demográfica y las nuevas costumbres sociales, expandieron la actividad hotelera por horas hacia la ruta 26, dejando aquella célebre esquina en manos de nostálgicos irredentos o de parejas condenadas a moverse a bicicleta o en ómnibus.
Pues bien, todo aquello (amor, folclore, intimidad) aparece ahora ferozmente agredido por las aguas cloacales que están pudriendo, matando, a nuestro benéfico rio Arenales.

El derrame intencionado de enormes cantidades de líquidos cloacales y de residuos industriales arrojados desde el Parque Industrial, están además enfermando a miles de salteños que viven (o malviven) en barrios cuyos nombres suenan a burla: Me refiero a los barrios Solidaridad y Sanidad. Dos populosos núcleos urbanos en donde brilla por su ausencia la solidaridad del norte con el sur, y en donde la sanidad es agredida por la fetidez y otras pestes.
Mientras especuladores y autoridades, en extraño maridaje, siguen inflando la ciudad de edificios altos y de casas sin agua ni cloacas, los salteños del sur padecen la infame agresión de una inmensa cloaca a cielo abierto. Así es el progresismo salteño: Declama promesas en el sur pero lo inunda de la peor inmundicia.

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