martes, 29 de marzo de 2011

Apolo y Dionisio en Salta

En mi anterior columna hablé de la Biblioteca Popular Tata SARAPURA que brinda servicios a San Lorenzo, Vaqueros, Atocha y zonas vecinas, y deslicé una referencia crítica a la pasión de ciertos munícipes por la chicha, la aloja, las cajas destempladas, el desenfreno danzante y toda la parafernalia que se conoce para homenajear a Dionisio. Pero guardé silencio respecto de las ceremonias en donde reina Apolo. Contra lo que pudiera suponerse, en la misma zona y en el mismo momento donde el carnaval resplandecía con sus aires familiares y sus vicios, un grupo de vecinos se reunía en un espectáculo de extrema delicadeza y calidad. En Vaqueros, la soprano Rita CORCES, acompañada por el clarinete de Marcelo GUTIERREZ y el piano de Nicolás PERALTA, honraron al arte interpretando una selección de arias de ópera de HAENDEL, PERGOLESI, MOZART, VERDI y DONIZZETI. La noche fresca de verano, típica de nuestras zonas montañosas y, sobre todo, el musical sonido del río Castellanos corriendo embravecido por entre las piedras, buscando llegar al mar, dieron el mejor marco imaginable. Advirtiendo que nada me separa del carnaval ni de sus juegos equívocos de los que disfruté y disfruto, y más allá del desarrollo de esta velada, me interesa destacar la coexistencia de actividades dionisíacas y apolíneas en el Valle de Lerma. La oferta cultural amplia y contrastante, es una necesidad del espíritu y una manifestación de libertad. Sin embargo, lo criticable es, como no, la intervención de los gobiernos que, obsesionados por perpetuarse, utilizan a las artes menores como objeto y medio de propaganda electoral. En Salta el Gobierno de la Provincia, que financia generosamente espectáculos masivos, y los Intendentes, confeccionan su lista de “artistas oficiales” y utilizan famas y talentos para pescar votos. Permítanme enfatizar en lo absurdo de la frase “artistas oficiales”, en tanto los artistas, por definición, son hombres libres y rehúsan las categorías de oficialismo y oposición. O al menos deberían hacerlo en homenaje a esa misma libertad y a su propio talento. Y conste que, personalmente, no rechazo que el dinero público subvencione o apoye al arte, siempre y cuando se preserven los principios de objetividad y no discriminación; siempre y cuando existan reglas de clara inspiración republicana que impidan a los gobernantes mediatizar el arte y a los artistas. Puede que esté bien gastarse una millonada en comparsas, en deslumbrantes colombianas e incluso en algunos amigos del poder (se sabe que a encumbradas esposas de funcionarios les encanta regalar entradas VIP a sus amigas). Pero es criticable que otras manifestaciones del arte sufran la indiferencia de quienes manejan los dineros públicos, bajo el argumento de que su arte es para pocos, o que no trae votos.