sábado, 26 de marzo de 2011

Bibliotecas populares (menos ignorancia, mas democracia)

En una provincia como la nuestra, las Bibliotecas Populares cumplen un importante papel de extensión cultural. Son pequeñas y a veces solitarias avanzadas contra la ignorancia y el oscurantismo. Hace casi 150 años, Domingo Faustino Sarmiento impulsó una Ley para que el Estado ayudara a las bibliotecas públicas creadas por los vecinos para transmitir cultura. Desde entonces, una Comisión Nacional se encarga de apoyar las iniciativas de voluntarios que ponen su tiempo y sus recursos para reunir libros (clasificándolos y cuidándolos), y abrir locales donde todos pueden reunirse para leer y estudiar.

En el Valle de Lerma funcionan muchas de estas bibliotecas que, por cierto, han logrado mantenerse al margen de las manipulaciones de la política mezquina.

Los vecinos del área de Atocha, San Lorenzo y Vaqueros acaban de recuperar su valiosa Biblioteca Tata SARAPURA, que por varios años se mantuvo cerrada. Su valioso material estará pronto a disposición de todos y su centro se abrirá a actividades culturales autónomas, ni bien la comisión de voluntarios que preside la señora Ana María LEGRAND termine las obras de acondicionamiento.

Esta recuperación de la Biblioteca Popular es una excelente noticia para los amantes de la libertad, de la cultura y de la solidaridad. Han pasado, afortunadamente, los tiempos en donde un Intendente de la ciudad de Salta invitaba a un acto donde se prendería fuego a una pila de libros subversivos secuestrados a comprovincianos inquietos y perseguidos.

Hoy, por mucho que algunos lo intenten, las ideas y los libros circulan libremente y las Bibliotecas Populares rompen las barreras económicas que impiden a muchos acercarse a los libros. En una zona como la de Atocha, San Lorenzo y Vaqueros, en donde muchos habitan todavía en los cerros cercanos y bajan trabajosamente a los centros poblados, la Biblioteca Tata SARAPURA es un pequeño faro, un punto de encuentro e integración.

Allí todo es obra de voluntarios: unos donan libros y ayudan a clasificarlos, otros atienden al público y animan a los pequeños usuarios. El Estado, como ente público de todos y no propiedad de los gobernantes, brinda a través de la CONABIP su aporte técnico y económico.

Para que la rehabilitación culmine pronto, es preciso que el señor Intendente Municipal colabore con las obras de refacción del local. Pero también hace falta que los vecinos apoyen a los voluntarios donando libros, afiliándose a la organización no gubernamental que la dirige, aportando una parte de su tiempo.

Cuando muchas autoridades están volcadas al frenesí electoral, cuando parece que todo es chicha, cajas destempladas y comparsas en honor a Dionisio, reconforta que haya gente que se preocupe de los libros y de las acciones solidarias que tienen a la cultura como fin.

jueves, 24 de marzo de 2011

El deleznable culto a la personalidad y los niños

Aludí en mi anterior columna a la persistencia de una vieja costumbre que retorna con los carnavales. La de ciertos intendentes municipales que tiran la casa por la ventana montando corsos, regenteando comparsas que luego se reconvierten en máquinas electorales, regalando vino en damajuanas y papel picado, fomentando el arte oficial (aquel que contrata sólo a quienes son simpáticos al poder de turno) e incitando o tolerando bailables que invitan al desenfreno para terror de los vecinos, que unas veces son personas ya retiradas de estas lides y otras auténticos objetores de conciencia que ven en el carnaval una ceremonia diabólica.

Vivimos, en Salta, un tiempo donde la antigua ortodoxia en materia de culto (centrada en los santos patronos y en don Martín Miguel de Güemes), ha sido reemplazada, cuando no desplazada, por una miríada de devociones y cultos: Al dinero, a santos no santificados, o a seudo divinidades que piden a sus fieles que bailen, beban y copulen. Los rígidos curas de negar sotana que regalaban estampitas a los niños y daban la extremaunción a los moribundos, ven con espanto la irrupción de sacerdotes laicos que celebran amores impuros, trafican con el futuro, y venden imaginario poderes y celebran oscuras ceremonias.

Pero hay un culto especialmente desagradable. Me refiero al culto a la personalidad, al endiosamiento de los gobernantes; a la entronización de caras sonrientes y apellidos que reclaman votos de obediencia que transforman en súbditos a los ciudadanos; me refiero a los reclamos de pleitesía, unanimidad e incienso. Un culto más propio de sultanatos que de repúblicas. Un culto que ha dejado de llamar la atención y que sólo despierta reacciones críticas de unos pocos mediocres, a decir de una ministra local.

Debo confesar que me cuento dentro de este pequeño ejército de mediocres al que descalifica la señora ministro. Formo parte de este grupo insatisfecho y criticón, desde que comprendí el Decreto de Supresión de Honores que inspiró Mariano Moreno. Desde que me di cuenta de que era un agravio a los derechos humanos obligar a los no peronistas rendir honores a doña María Eva Duarte de Perón, o a leer cada mañana el libro “La razón de mi vida” (que dicho sea de paso leía yo con satisfacción de peronista). A partir de entonces, identifico el culto a la personalidad como un vicio propio de las tiranías.

Y no debo andar muy desencaminado por cuando el propio señor Urtubey ha salido al paso de los fieles que habían decidido engalanar con su joven cara los libros que su Alta Bondad entregaría gratuitamente a los alumnos pobres, ordenando suprimir este homenaje sultanístico que seguramente hubiera avergonzado a muchos salteños mediocres.

lunes, 21 de marzo de 2011

De "Chiquita" Saldi a Shakira

Continuando con mis comentarios acerca de los cambios ocurridos en ciertas costumbres, me referiré a otras novedades centradas en lo cotidiano.

Así por ejemplo, los antiguos cafés masculinos de luz mortecina en donde sólo se hablaba de política y de mujeres, están siendo reemplazados por relumbrantes establecimientos mixtos o reservados para determinadas preferencias; hay cafés financieros (donde se compran y venden dólares o pesos bolivianos); bares al paso especializados en panchos gigantes; refugios artísticos a donde acuden jóvenes poetas y señoras dedicadas a la pintura; bares de citas a ciegas o previamente concertadas.

Los espectáculos musicales han estallado en variedad y heterodoxias. Si en el pasado quién quería escuchar música debía ir, en familia o acompañados, a la orillita del canal o a la Peña Los Troncos centrados en el folklore local, hoy los salteños pueden disfrutar de SHAKIRA, bailar tangos y pasodobles, escuchar rock en todas sus versiones. Incluso los otrora sórdidos hoteles por hora, cuentan modernamente con música a elección.

Al antiguo y brillante monopolio del maestro Martín Salazar al piano y de Alberto Ruiz cantando boleros ("Angelitos negros", por ejemplo), ha sucedido una pluralidad no exenta de diletantismo o, incluso de mal gusto. Estos cambios permiten, por ejemplo, que desertores de la chacarera, nacidos en Cerrillos, se vistan prolijamente de mexicanos y animen fiestas cantando corridos y chamamés.

A su vez, el amor sincero y el mercado del amor, mueven millones. Si bien hay todavía algunos pisitos puestos por MAPLE, la hotelería pasional exhibe una oferta inagotable y al alcance de todos los bolsillos. Las florerías no cesan de atender pedidos de amantes delicados que todavía expresan su delirio con rosas y orquídeas. La maca, que causa furor en la vieja Europa, entusiasma también a atildados caballeros que transitan una desconocida tercera edad.

Donde las cosas parecen seguir como siempre es en esto del carnaval. Las tradicionales carpas entusiasman todavía, como ámbito para el desenfreno, el equívoco juego con harina, alquitrán, pinturas y líquidos nobles e innobles. En febrero y marzo el Diablo sigue haciendo su agosto y alimentando la bomba demográfica. Los intendentes municipales siguen sacando rédito a la sed de fiesta de sus atribulados votantes y montan corsos eternos, reparten vino y papel picado gratis, contratan copleras y candomberas del río Salí, como antes traían a la espléndida "Chiquita" Saldí y sus deslumbrantes "hot-pants".

Sin embargo, hay una novedad: maduros caballeros, antiguos donjuanes, se han dado a la tarea de convocar muy privados carnavales venecianos en el extremo norte del Valle de Lerma. Allí concurren damas mayores, encapuchadas imitando a pícaras gatitas, como en los tiempos en los que se bailaba castamente en los salones de Gimnasia y Tiro, de la Española y del Patito.