sábado, 21 de febrero de 2009

Carta abierta a dos senadores salteños

Salta, 20 de Febrero de 2009


Señores Senadores de la Nación por Salta
D. Juan Carlos Romero y Da. Sonia Escudero


Deseo manifestarles mi personal satisfacción por la decisión de abandonar la obediencia al Bloque de Senadores del llamado “Frente para la Victoria”. Se trata de un decisión de gran calado simbólico y de promisorias consecuencias futuras.

La defensa del Federalismo es, hoy más que nunca, un punto de encuentro en el que confluirán millones de ciudadanos.

Ni bien este renovado compromiso federalista confluya con sólidos compromisos con la República (y el republicanismo), con la equidad social, y con los equilibrios medioambientales básicos, estarán dadas las condiciones para iniciar una nueva era política, económica y social en Salta y su región.

De allí mi entusiasmo con el gesto que ambos acaban de protagonizar.

Reciban un afectuoso saludo.

José Armando Caro Figueroa

viernes, 20 de febrero de 2009

El camino de Lesser visto por María Martorell


María Martorell es la mas importante pintora nacida en Salta. Es, como Lola Mora, una salteña cosmopolita. En 1948, durante su primera etapa artística, vió así las bellezas del camino que conduce de Lesser a Los Yacones (Salta) en los aledaños de Las Yungas.


Se trata del mismo camino que el Intendente de Vaqueros y la Dirección de Vialidad de Salta descuidan. Del camino que hoy trajinan amenazantes camionetas 4x4 conducidas por señores importantes hablando por teléfono.


Y del mismo río (Lesser) que los domingueros siembran de botellas vacias y de pañales llenos, ante la mirada Indolente del Intendente.

lunes, 16 de febrero de 2009

Salta rica, Salta pobre

CHARLA DE JOSÉ ARMANDO CARO FIGUEROA
EN LA SEDE DE LA FUNDACIÓN COPAIPA
(Octubre de 2008)


1. Agradecimientos y plan expositivo

Estoy muy agradecido a la Fundación COPAIPA por la oportunidad que me brinda de exponer libremente ideas y de compartir opiniones con un auditorio tan calificado. Agradezco también la presencia de cada uno de ustedes aquí esta noche.

A decir verdad, hace bastante tiempo que realizo esfuerzos para retirarme de la política (una actividad que ocupó buena parte de mis últimos cuarenta años); a veces, incluso, me asalta la idea de retirarme de cualquier actividad pública. Pero cuando el Presidente de la Fundación me invitó a venir a conversar con un grupo de amigos, logró entusiasmarme y decidí posponer una vez más aquella retirada.

La amable propuesta me obligó a ordenar ideas, datos y lecturas recientes sobre la situación mundial y la situación de Salta.

También me animó a venir, el hecho de que se tratara de una charla, un formato que brinda al expositor más libertad para encarar los temas e incluso para arriesgar hipótesis y opiniones.

Mi charla de hoy apelará a elementos históricos, económicos, sociológicos, culturales e incluso literarios. Por consiguiente, me apresuro a pedir disculpas a los especialistas aquí presentes. Guiado por la inquietud de mostrar un panorama lo más amplio posible de Salta y de su posición en el mundo, hablaré de todo un poco, sin desconocer que no soy un experto en varias de estas cuestiones.

2. Cuatro tesis sobre Salta

Comenzaré definiendo las que pretendo sean las tesis centrales de esta exposición, para luego desarrollar algunas de ellas.

Primera: “Salta, como comunidad territorial y económica, fue casi siempre pobre. Salvo en amplios tramos del siglo XVIII, cuando el auge del comercio de mulas alumbró lo que Atilio Cornejo definió como el Siglo de Oro de Salta”.

Segunda: “Desde qué los primeros hombres y mujeres habitaron sus valles y montañas, siempre hubo pobres en Salta. Incluso durante aquel Siglo de Oro” (aun cuando, como es obvio, a lo largo de nuestra historia variaron los porcentajes de pobres y la intensidad de la pobreza).

Tesis: “Han transcurrido desde aquel Siglo de Oro más de 200 años y todo parece indicar que Salta, de la mano de sus renovados motores económicos, puede llegar a vivir un segundo siglo de oro” (o al menos cinco décadas doradas).

Cuarta: “En este largo ínterin de 200 años sucedieron muchas cosas y vivimos tantos desencantos como sueños”. (Siendo tan evidente como lamentable que no todo el mundo sueña, mis referencias apuntan a la actividad de una cierta elite de soñadores salteños).

3. Los sueños de la Salta culta

Uno de los primeros fue el sueño chaqueño (en alusión al Chaco Gualamba), que hacia el año 1780 movilizó a uno de los pocos gobernadores inteligentes que tuvo Salta, don Jerónimo MATORRAS.

Él se da cuenta que el Chaco tiene un enorme potencial estratégico y económico y decide avanzar en esa dirección. Bien es verdad que lo hace también para proteger al Valle Calchaquí y al Valle de Lerma de las incursiones de los bravos indios chaqueños que dominaban “la frontera”.

Avanza con un estilo singularmente civilizado. No busca exterminar al indio chaqueño, sino busca pactar con los caciques. Su buen tino y la prudencia de PAIKEN conducen al acuerdo. La escenografía de este importante Pacto de Civilizaciones está reflejada en un bello cuadro pintado por don Tomás Cabrera que se conserva, no en Salta como sería de desear, sino en el Museo Histórico de Buenos Aires.

En el siglo XIX reaparecerá este sueño chaqueño, de la mano de una Ley de Colonización, mediante la cual el Gobierno de Salta y algunos emprendedores proponen volver al Chaco buscando oportunidades de prosperidad.

Hubo otro tiempo pasado donde los salteños más inquietos soñaron con el Pacífico.

Si bien cabe a los precursores de FERINOA el eminente mérito de haber puesto el tema de la conexión de Salta con el Pacífico en la agenda política contemporánea, es éste un sueño de larga data.

Fue una antigua ilusión auspiciada por acontecimientos históricos entre los que sobresale el exilio forzado de los unitarios salteños a Chile y Bolivia. Fueron ellos quienes generaron un cierto anclaje económico en el Puerto de Cobija, alrededor del año 1840, lo cual facilitó una cierta expansión económica de Salta, además de inaugurar la era de los romances transfronterizos.

Fueron también muchos los salteños que soñaron (y pocos los que aun sueñan) con la navegabilidad del río Bermejo.

Es difícil que la población originaria tuviera esta ilusión. Pero es cierto que desveló a algunos capitanes españoles; por ejemplo, al tatarabuelo de mi amigo Carlos María Cornejo Costas, que -creo- fue el primero en intentar transformar ese sueño en realidad.

A finales del siglo XIX, los salteños más inquietos, modernos y cosmopolitas soñaban con el Ferrocarril. Se trata de un sueño esquivo que, con tremendas oscilaciones, se prolonga hasta nuestros días y que, una vez más, no logramos concretar, pese a las buenas intenciones que seguramente tiene el doctor Marcelo López Arias.

Aun cuando pareciera que hay hoy un cierto consenso acerca de sus bondades, a comienzos del siglo XIX el ferrocarril era resistido por los productores salteños, temerosos de que las vías férreas sólo trajeran a estas tierras productos del sur que destruirían a la rudimentaria industria local.

4. Salteños de proyección nacional

4.1 Me interesa poner de manifiesto que, cuando hablo de la Salta rica, hablo de un conjunto territorial y de una comunidad en la que, obviamente, conviven personas ricas y personas pobres.

Mi hipótesis es que Salta, como tal conjunto, fue y es tendencialmente pobre, aun cuando hubieran existido y existan salteños ricos y muy ricos.

En los 200 años transcurridos desde aquel Siglo de Oro, muchos salteños se enriquecieron y otros muchos nacieron ricos, pero vivieron y viven en el contexto de una Salta pobre.

Cuando comencé a interesarme por la trayectoria de ciertos salteños ricos (ricos y además honrados, cualidades que no siempre vienen juntas), me llamó la atención su capacidad para proyectarse hacia Buenos Aires y hacia el mundo, lejos de aquel aldeanismo que ciertas élites rudimentarias locales elevaron a cualidad identitaria.

Descubrí, por ejemplo, la figura de don Aaron Castellanos (1802/1880) que, además de haber hecho fortuna, fue un innovador cosmopolita. Estuvo siempre ahí donde había posibilidades de insertar a la Argentina en el mundo; por ejemplo, trayendo inmigrantes europeos, fundando colonias agrícolas o abriendo puertos en el litoral.

Fue un hombre rico. Una de sus hijas, doña Mercedes, culta y piadosa, se casó con un miembro de la familia Anchorena, edificó el Palacio donde hoy despacha el Ministro argentino de Relaciones Exteriores, e hizo erigir la preciosa iglesia del Santísimo Sacramento en las cercanías de una de las más bellas plazas de Buenos Aires.

Me atrajo después la personalidad de don Gregorio de Lezama, otro salteño riquísimo, dueño en Buenos Aires del predio donde más tarde se construyó el Parque que lleva su nombre, y de las extensas tierras en donde se alza la ciudad de Mar del Plata.

Don Gregorio se hizo rico aprovechando, al parecer honradamente, sus vinculaciones con el poder porteño, y fue quien financió la guerra con el Paraguay y proveyó de armas y bagajes al Ejército argentino.

Sobresale también la familia San Miguel, compuesta por personas ricas y solidarias, que dejaron muchas huellas en Buenos Aires. Por ejemplo, la famosa y espléndida Galería Güemes, que en una época albergó a un cabaret decadente y que hoy -reconstruida- sirve de escenario al mejor espectáculo de tangos. Esta familia llevó adelante una tarea importante y demostró una gran capacidad de invertir y de hacer negocios fuera del ámbito local.

Conviene no olvidar tampoco a la familia Gurruchaga, uno de cuyos hijos, Francisco, fundó nuestra Marina de Guerra y la dotó -de su peculio personal- de los cuatro barcos que integraron su dotación originaria.

Estas breves referencias a nombres y apellidos pretenden mostrar que siendo Salta globalmente pobre, generó riquezas de tal calibre que permitieron a determinadas personas y familias trascender el estrecho ámbito local en términos de poder, riqueza y prestigio.

Habría que añadir aquí una breve referencia al peso político de Salta en el escenario nacional. Y recordar que, en otro tiempo, fue notable la cantidad de salteños que fueron ministros del Poder Ejecutivo Nacional (el Presidente Justo llegó a tener hasta tres ministros nacidos en Salta). Era la Salta pobre (económica e institucionalmente) que, pese a su concentración excluyente, generaba riqueza y poder dentro y fuera de sus fronteras.

Es fácil advertir que Salta, al menos en los primeros cien años de vida constitucional, tuvo una enorme influencia nacional basada en el talento y los lazos familiares, que se tradujo en la conformación de una clase con gran peso en la política, en la judicatura, en la milicia, y menor influencia en las artes y las ciencias.

O sea que esa Salta globalmente pobre pero con enclaves de enorme riqueza y de talentos capaces de influir en la vida nacional es también parte (si se quiere la menos citada en nuestros debates contemporáneos) de esta realidad que vivimos los últimos 200 años que van desde aquel auge del comercio internacional de mulas y el tiempo que nos toca vivir.

Como es evidente, en la actualidad varios de aquellos sueños persisten en ciertos segmentos ilustrados, y algunos como es el caso del sueño chaqueño han comenzado a convertirse en realidad.

Mi reciente y fugaz visita al departamento de Anta me deparó sorpresas agradables. En realidad, quienquiera haya visitado Anta en los años 80 y la visite ahora, verá cómo el viejo sueño chaqueño se ha hecho realidad de la mano de emprendedores salteños o de aquellos que siendo de afuera deciden invertir y transformar en realidad aquel sueño y aquella enorme riqueza.

5. Cultura política y sociedad en Salta

Estos últimos 200 años de la Salta pobre marcaron a fuego a nuestra sociedad y a cada uno de sus miembros. Crearon una cultura política y comportamientos sociales singulares, y aquí están, me parece, los primeros problemas que tendremos que abordar como sociedad si queremos hacer realidad nuestras pretensiones de vivir en libertad, con un mínimo de armonía y con niveles aceptables de cohesión social.

Más allá de algunas alianzas y parentescos con expresiones políticas nacionales y continentales (como el peronismo, el radicalismo o incluso el chavismo), la cultura política salteña tiene características singulares y está notoriamente influida por esa situación de pobreza generalizada. Suele girar sobre los binomios “amo/esclavo” y “amigo/enemigo”.

Esta cultura política nos dividió y dividió a la sociedad en estamentos enfrentados.

Por supuesto esta división en estamentos y clases sociales tiene fundamentos reales. Pero el problema radica en que esa división produjo una mentalidad basada en el enfrentamiento, la exclusión, la subordinación (con espasmos de rebeldía) de unos respecto de otros, en el ninguneo del “otro”.

Cualquiera sea el terreno que se analice (educación, vida social, los matrimonios, las fiestas, los perfumes, la ropa, las tiendas o restaurantes que cada sector frecuenta) se advierten los frutos y condicionamientos de aquella segmentación.

En realidad, nada tendría de malo si estas líneas divisorias solamente expresaran el pluralismo de las costumbres en sintonía con la naturaleza humana y con la libertad del hombre para elegir diferentes trayectorias. Pero en nuestro caso aquella segmentación generó enfrentamientos muy fuertes en el pasado que se prolongan en el inmediato presente.

El hecho de haber vivido estos 200 años en la Salta pobre generó entre nosotros una mentalidad y herramientas intelectuales y políticas que se corresponden con ese pasado de pobreza y que, de no producirse cambios sustanciales, habrán de impedirnos avanzar hacia metas de libertad y progreso.

Parece evidente que mucho habrá de costarnos cambiar esa mentalidad y los fundamentos profundos de nuestra cultura política de un modo y una radicalidad que nos permita diseñar las herramientas y las instituciones imprescindibles para construir la Salta rica.

Pensar el futuro con los esquemas mentales de la Salta pobre puede llegar a condenarnos a otros 200 años de pobreza y subdesarrollo. Por consiguiente, si persistimos en analizar la realidad con las categorías de aquel pasado de pobreza y no nos atrevemos a imaginar los caminos que nos conducen a la Salta rica, aquellas oportunidades se perderán para nosotros y las generaciones futuras.

Permítanme un nuevo paréntesis para insertar una breve mención a la crisis económica mundial que hoy estamos viviendo.

No tengo dudas de que la crisis económica mundial (por mucho que cierta propaganda política pretenda que no nos afecta) tendrá un fuerte impacto en la Argentina. Si bien, a estas alturas, no podría precisar detalles ni cuantificar las repercusiones de la crisis global sobre nuestro país, me atrevo a señalar que las restricciones al crédito, el aumento del desempleo y la contracción del consumo en el ámbito mundial tendrán su réplica en la Argentina perjudicando de alguna manera nuestra situación.

Como sucede entre el común de los ciudadanos, entre economistas y políticos hay tendencias naturales que conducen a unos hacia el optimismo y llevan a otros hacia el pesimismo. Estos últimos, que suelen ser mayorías en tiempos de tormenta, terminan prohijando comportamientos fatalistas y pasivos a las sociedades que logran convencer. Mucho me temo que esta prédica pueda prender en un ambiente como el salteño.

Quisiera decirles que, como casi siempre me sucede, me sitúo en el bando de los optimistas. Y desde allí pienso que las grandes tendencias que indican que Salta puede llegar a ser una región definitivamente rica, en los próximos 50 años, no se han modificado con esta crisis mundial.

Sin duda todos nuestros planteamientos económicos, empresariales y políticos requerirán de ajustes, en algunos casos costosos y difíciles. Pero esta crisis global no parece amenazar gravemente y en el largo plazo a los grandes motores de la economía salteña (agricultura, minería, turismo, ganadería, energía y combustibles).

Existe, claro está, la posibilidad que salteños y argentinos lo hagamos rematadamente mal y que la crisis mundial funcione como un pretexto para adoptar medidas que terminen echando por la borda nuestras mejores expectativas.

6. Salta pobre

La primera manifestación de la pobreza, la más conocida, es la que recogen las estadísticas: La mitad de los salteños vive bajo la línea de pobreza. Un dato preocupante, pero que además oculta o subestima los estragos que la pobreza material provoca sobre el espíritu y sobre la dignidad de quienes la sufren.

Sabemos que si la inflación sube un punto generará 10.000 pobres más, o que si baja un punto habrá 10.000 pobres menos. Pero este tipo de mediciones no sirve para reflejar la dimensión espiritual de la pobreza; hasta qué punto la pobreza arrastra con una serie de valores que el resto de las personas consideran que se deben preservar.

No quiero decir con esto que todos los pobres viven en un mundo sin valores. Pero es urgente reconocer que la pobreza ataca con efectos devastadores a zonas esenciales del espíritu humano y de la dignidad de la persona.

Bastaría recorrer los llamados asentamientos en Salta para darse cuenta hasta que punto la pobreza degrada, y degrada en algunos casos por generaciones (según ciertos estudios, una familia sumida en la pobreza trasladará su condición a las dos generaciones siguientes).

Digo esto porque lo que normalmente se hace desde la política, y asumo la parte que me toca, es atacar la parte material de la pobreza con bolsones de alimentos, zapatillas, subsidios o tarjetas de plástico. Pero descuidando su dimensión espiritual.

En este sentido, hay momentos en los que creo advertir una suerte de crisis en las ideas y las instituciones llamadas a atender esta parcela de la personalidad de hombres y mujeres. Sin entrar en honduras peligrosas, reclamo mirar la eclosión de nuevas “iglesias” (por usar la palabra con la que se autodenominan), de sanadores, de oradores místicos gente que prometen hacer que dejemos de sufrir por ejemplo.

Y conste que no pretendo censurar ni descalificar a estas nuevas maneras de atender las necesidades del alma, sino simplemente echar en falta una reflexión profunda sobre un terreno estrechamente ligado con la pobreza y en donde todo ha cambiado, y mucho, desde los tiempos de Monseñor TAVELLA.

Tan importante como esto de la pobreza que se abate sobre las personas, es la pobreza de nuestras instituciones.

Si bien es cierto que el conjunto de las instituciones argentinas atraviesa también una situación deuacia hay h pobreza y decadencia, en los últimos 20 años, por no ir más allá, las carencias institucionales son especialmente severas en Salta.

Sufrimos una pobreza que se mantiene con independencia de quien gobierne. Dicho sea de paso, en los últimos tiempos es difícil saber quién gobierna: si un partido, una familia, una coalición o un pacto. Lo cierto es que cualquiera sea quien gobierne lo hace apoyándose, aprovechándose, de esta falta de calidad institucional y tolerando que ésta subsista en el tiempo.

Los sectores y grupos con fuerza política suficiente no están seriamente preocupados como para afrontar la reforma institucional democratizadora y republicana.

Me refiero, en primer lugar, a nuestra Administración Pública Provincial. Cualquiera que realice trámites en sus ventanillas puede advertir que esto no funciona. Pero me refiero también al sistema de prestaciones sociales, en donde un nivel relativamente amplio de cobertura (así sucede al menos en la educación y en la salud pública) oculta un enorme déficit de calidad. Otro tanto sucede en materia de seguridad ciudadana.

La pobreza político-institucional a la que vengo refiriéndome se revela también en la escasa influencia que los poderes públicos y sociales salteños tienen en el ámbito nacional. En este terreno crucial para nuestro futuro es escaso, opaco y vacilante el papel de nuestros gobiernos, sindicatos, cámaras empresarias.

Si bien puedo equivocarme también en esto, porque es corto el tiempo que llevo conviviendo con nuestra realidad, me atrevería a sostener que nuestros debates políticos o científicos son pobres en su agenda, en su forma y en sus contenidos.

Los debates sobre las reformas políticas, la economía, pobreza, el futuro de Salta, son (cuando existen) escuetos, sectarios, cerrados, cargados de agresividad y, en resumen, pobres, en tanto y en cuanto muchas veces están orientados por simplificaciones de la realidad, por sobrecargas ideológicas o directamente por las vísceras que organizan la realidad alrededor del binomio simpatías/antipatías.

En estos tiempos me preocupa especialmente una cierta voluntad de manipular la historia salteña. Sabiendo que mientras es fácil hablar del “dibujo” de los datos del INDEC, la manipulación de la historia es una operación más sutil, que juega con la desinformación (cuando no con la ignorancia), con las precariedades que frenan a los institutos de investigación y con el poder del multimedios local. Esto, lejos de pacificar, encrespa los ánimos.

Todo parece indicar que a la pobreza material y espiritual referida a las personas, viene a sumarse la pobreza de nuestras instituciones sociales y de gobierno una de cuyas manifestaciones más notorias son las carencias o el mal uso de las nuevas tecnologías.

Por supuesto, en Salta hay gente que vive como viviría en Paris. Sin embargo, en Salta hay enormes dificultades para acceder a los adelantos científico-tecnológicos, y cuando se logra acceder a algunos de ellos se acrecienta la brecha que separa a los salteños en razón de su nivel de ingresos y, además, no siempre este acceso se traduce en mejoras de la productividad (un fenómeno especialmente llamativo en nuestra Administración pública).

Puedo y debo ser crítico y autocrítico, sin faltar el debido respeto a las personas o grupos criticados. Entre otras cosas, porque sé lo difícil que es ser político y tener que desempeñar funciones ejecutivas. Pero creo de rigor señalar que las vinculaciones entre la ética pública y la política no son las que debieran ser y ello nos empobrece como sociedad.

Asistimos a un déficit que afecta tanto a quienes les toca llevar las decisiones del poder político, como al ciudadano común que sucumbe al clima de época y se conforma con la frase “este roba pero hace”. Por consiguiente, incluyo dentro de este catálogo incompleto de la Salta pobre, esta ruptura entre la ética y la política.

Y termino este capítulo con una primera conclusión: Si no suprimimos estas lacras nuestra comunidad nunca será verdaderamente rica, libre, decente, justa como deben ser las sociedades en las que la aventura de vivir es más atractiva.

Quiero decir que, desde mi punto de vista, la riqueza colectiva no consiste ni se logra únicamente acumulando hectáreas de soja y exportando más grano, carne, petróleo, minerales. Reclama construir una sociedad que funcione de acuerdo a ciertos cánones y criterios y que excluya la pobreza humana en todas sus manifestaciones.

Por que, como sabemos, hay muchos modelos de naciones ricas. Los países productores de petróleo, por poner un ejemplo, rezuman riqueza mal repartida y que no ha sido capaz de construir comunidades cohesionadas y modernas. Los salteños podemos ser ricos al estilo de los sultanatos árabes, pero renunciaríamos a lo mejor de nuestras tradiciones, de nuestra cultura y de nuestras legítimas aspiraciones.

Pienso que la mayoría de los salteños aspiramos a construir y vivir en una sociedad desarrollada de acuerdo a ciertos parámetros occidentales, que solemos tomar desde antiguo como pauta de referencia.

7. Salta rica

En los últimos quince años Salta ha tenido un éxito fenomenal en materia de agricultura, de turismo y de minería. Gracias a que aprovechamos las condiciones naturales, las bellezas de nuestros campos y ciudades, el talento de los empresarios y trabajadores y, en último término, a determinadas políticas nacionales y locales cuando ellas se centraron en promover la inversión, la productividad y la seguridad jurídica.

Este éxito tiene que ver con los factores naturales y humanos que estaban allí y que buenos emprendedores pusieron en valor al darse cuenta cuál era el camino a recorrer para situarse en sintonía con los tiempos y con el mundo.

Hacia finales de los años 80 oí hablar por primera vez de siembra directa en Rosario de La Frontera. Después conocí a agricultores locales que hablaban de innovación tecnológica y fomentaban la participación de técnicos agropecuarios. Observé que propietarios de grandes extensiones de campo planificaban el relevo generacional para asegurar la continuidad de sus explotaciones en manos de la familia.

Es decir, antiguos y nuevos propietarios de tierras aptas para la agricultura se preocuparon de que sus hijos se prepararan concienzudamente para tomar el relevo y lo hicieron con mucho éxito. Los que no advirtieron esta necesidad o no actuaron a tiempo se sumieron en la decadencia y terminaron vendiendo -bien o mal- sus campos.

En lugar de sentarse a hablar mal de los tiempos modernos o de lamentarse de las distancias que nos separan de los grandes centros de consumo, se arremangaron, vieron las oportunidades e hicieron lo necesario para aprovecharlas.

Para tener una idea aproximada de la verdadera revolución verde que se llevó a cabo en Salta, es bueno recordar que en el año 1970 teníamos 70.000 hectáreas bajo producción. Las estadísticas mas recientes indican que hoy tenemos 800.000 has. Correlativamente, mientras en 1970 producíamos 140.000 toneladas de granos, hoy producimos 1.800.000 toneladas. El salto ha sido gigantesco.

Por supuesto que todavía esto no hizo a Salta rica, en tanto y en cuanto tenemos elevados niveles de pobreza humana e institucional. Pero es, sin duda, la plataforma sobre la que puede edificarse esa nueva Salta.

Cuando se analiza esta revolución verde desde el ángulo imprescindible de la política, es fácil advertir que este desarrollo fantástico de la agricultura (del turismo o de la minería), se ha hecho con algunos costos ambientales y sociales que habrá que revisar, despolitizando el debate ambiental, el debate urbanístico y el debate sobre las políticas de cohesión e integración social, cosa que hoy no sucede.

Hay quienes usan la bandera de la producción (o incluso del empleo) para justificar la destrucción de Las Yungas, la contaminación medioambiental o la demolición del casco histórico de Salta. Para no hablar de seudos emprendimientos como este que destroza el Parque San Martín para que desaprensivos puesteros vendan casetes truchos, baratijas fabricadas en Merlo y otras insignificancias culturales y productivas.

Esta ideología productivista es tan falsa como aquella que propone dejar todo como esta y no tocar ni un cerro ni un árbol ni nada. Nos debemos un debate sincero sobre estos asuntos.

Como he dicho antes, para que estas nuevas oportunidades nos conduzcan a la Salta rica debemos mejorar la calidad institucional. Por el camino que vamos llegaremos ante a una sociedad mas parecida a la sociedad de los viejos sultanes que a Luxemburgo o Suecia, por poner dos ejemplos extremos.

Volviendo al tema de nuestro sector agropecuario, quiero citar aquí nuevamente los importantes documentos de la Asociación PROGRANO, que muestran con rigor científico que la producción agrícola y ganadera de Salta requiere algunos ajustes para hacerla sustentable.

Son los mismos productores, esta gente inteligente que llevó a cabo la segunda revolución agrícola, quienes están analizando qué hacer para llevar adelante la tercera. Y, con sentido de futuro, previenen contra el monocultivo de la soja y proponen determinados recaudos para que este negocio y esta riqueza sean sustentables en el tiempo.

Pero del lado del sistema político las asignaturas pendientes, para la construcción y consolidación de la Salta rica son enormes y muchas. Me referí antes a la calidad institucional, pero omití hablar del centralismo como factor de atraso.

En este sentido, el centralismo es lo opuesto al federalismo. En la medida en que el centralismo porteño (que tiene una traducción política en cada una de las décadas de la historia Argentina y que hoy encarna el matrimonio presidencial y la coalición que le sostiene) siga decidiendo los grandes ejes de la política económica y administrando los recursos que son propios de las provincias o de los municipios, aquella Salta rica no se verificará.

Una de las condiciones para que Salta pase a ser una región rica durante al menos los próximos 50 años, es que la Argentina sea efectivamente un país federal, en todos los sentidos; que haya un federalismo fiscal pero también político que corrija los factores que alimentan la concentración del poder y que generan, en el ámbito provincial, asimetrías representativas. Cuando se analiza la composición de las Cámaras legislativas salteñas se comprueba que, por efectos de la ley electoral, los salteños no están representados equilibradamente.

Existe una cierta deformación en la legislación electoral salteña que hace que determinadas zonas estén sobre representadas; este desequilibrio a favor de las zonas más pobres está en la raíz de manipulaciones políticas en perjuicio de las zonas mas prosperas, mas avanzadas. Cualquiera que mire la representación de La Poma y de Anta, advertirá el fenómeno.

Como es sabido, un país, una familia o una persona van adelante si encuentran las ideas adecuadas al momento y al tiempo en que les toca vivir; retrocederán y fracasarán si se equivocan a la hora de evaluar lo que está sucediendo.

Antes de abordar aspectos de la situación mundial de la producción y el comercio de alimentos, debo confiar en la benevolencia del doctor Cecilio MORON, aquí presente, dada su condición de experto internacional en la materia.

Cuando en junio de este año se reunió la FAO en Roma, la Presidenta de la República Argentina se resistió a firmar la Declaración Conjunta aprobada por 190 países. Entendía que la Declaración encerraba una crítica a las “retenciones” argentinas.

Me parece que nuestra Presidenta, dicho esto con todos los respetos, tenia una idea errónea de lo que está pasando en el mundo al sostener que el problema del hambre en el mundo es un problema de precios y de distribución de alimentos.

Mientras la FAO y buena parte de los países que la integran sostienen que estamos ante un problema de cantidad de alimentos (no de precios disparados por el uso de productos agrícolas para generar biocombustibles) y proponen duplicar la producción de alimentos para mitigar el hambre, doña Cristina FERNÁNDEZ de KIRCHNER sostiene que la causa del hambre está en el encarecimiento de los alimentos y en maniobras especulativas, e insiste en penalizar la producción del campo argentino con las muy famosas “retenciones”.

Soy de los que piensan que para depurar los precios de factores distorsionantes y para reducir o eliminar el hambre hay que duplicar la producción de alimentos. Si bien es cierto que hay regiones que pueden hacerlo y otras que no, Salta está en condiciones de aceptar el desafío y salir reforzada y triunfante. El citado Documento de PROGRANO sostiene que Salta puede destinar 600.000 nuevas hectáreas a la producción agrícola y otras 4.000.000 a la producción ganadera; de modo de pasar de producir 1.700.000 toneladas a 5.000.000 de toneladas.

Otro de los grandes temas político-institucionales pendientes y de cuya correcta resolución depende también la construcción de la Salta rica es el de las regulaciones. En los años 90, década en la cual participé activamente en el Gobierno de la Nación y, especialmente, en la regulación del mercado del trabajo, cometimos muchos errores a la hora de definir las reglas del juego a las que debería someterse la nueva economía.

Creo, luego de los años pasados, que estos errores ocurrieron -entre otras causas- porque el Gobierno no tenía expertos para regular los nuevos servicios y productos. Esta falta de talentos jurídicos y económicos que conocieran al dedillo cómo hay que regular los servicios de telefonía, agua, gas, aeropuertos, electricidad, autopistas, hizo que las privatizaciones no siempre dieran el resultado esperado.

No hay (al menos que yo sepa) en nuestro país cursos de postgrado, carreras de grado, maestrías en teoría de las regulaciones de suficiente calidad y contactos con las construcciones comparadas mas avanzadas.

Así como en los años 90 la ausencia de teorías y herramientas regulatorias produjo más de una consecuencia negativa para la economía argentina, estimo que en los años que corren no hay gente preparada para regular la producción agropecuaria. Con independencia del debate ideológico acerca de hasta donde puede un país regular los mercados de productos.

En el tema que nos ocupa, una idea razonable de la Presidenta (“no quiero que en la mesa de los argentinos se pague el trigo a los precios del mercado mundial”) termina siendo mal desarrollada y peor ejecutada, generando resultados opuestos a los pretendidos y dañando a nuestra producción.

Ese problema (el de hacer compatibles precios internos razonables con el aprovechamiento de los altos precios del mercado internacional), demanda herramientas técnicas, talentos reguladores y voluntad política de la que carecemos.

Mientras el Gobierno siga creyendo que la soja es un yuyo, o que duplicar la producción de alimentos no interesa al “pueblo argentino”, o que hay que expropiar las ganancias legítimas vía las “retenciones”, el futuro argentino será sombrío y la Salta rica sufrirá un nuevo y, tal vez, definitivo retraso.

Quedo disponible para las preguntas. Gracias.

COLOQUIO:

Persona 1. No creo que el modelo agropecuario sea justamente el modelo que haga sobresalir a Salta y a la región Noroeste, y a su vez empuje a la Argentina. Como ejemplo digo, tenemos que exportar una tonelada de soja para traer una notebook, entonces la idea es que nosotros produzcamos mas valor agregado. Esta producción que se esta haciendo, con indiscriminada exportación solamente de comodities no nos beneficia, es más nos dificulta más la distribución de la riqueza. El segundo tema, no todo lo que se manejó hasta el momento como algo positivo en cuanto a economía, hablando de los recursos monetarios producidos por el turismo son buenos, si no se manejan bien. Ese dinero que entra por el turismo corrompe, cualquiera que vaya a los Valles Calchaquíes, se va a dar cuenta que debido al gran poder adquisitivo de los turistas hace que para nuestros oriundos de la zona muchos productos nos resulte inalcanzable a los oriundos de la zona. En Seclantás un poncho salteño vale $1.200. Esto hace el turismo.

Persona 2. ¿Por que no ve desde otro aspecto?, el turismo hace que quien produce el poncho gane $1.200.

Persona 1. El aumento de ingresos de determinados sectores hace que automáticamente aparezca la droga. Soy comandante principal de Gendarmería. Veo al problema un poco más amplio, no solamente desde el punto de vista económico.

Persona 3. Tenemos un problema más amplio. Una cosa es la pobreza y otra cosa es la droga.

Persona 1. Justamente es la pobreza espiritual de la gente, hay una falta de valores calamitosa en la sociedad.

Caro Figueroa: Comenzaré a responderle diciendo que años atrás pensaba igual que Ud. En los años 70 hubiéramos coincidido. Pero hoy pienso diferente. Es, a mi modo de ver, erróneo pensar que industrial es solamente la actividad que tiene chimenea. Dejando de lado los límites medioambientales de un desarrollo basado en las industrias tradicionales, es evidente que hay otras formas de producción (las basadas en las nuevas tecnologías, por ejemplo) e incluso de industrializar la producción primaria. Si alimento a los chanchos con soja o maíz, el chancho es la fábrica sin chimeneas; su metabolismo transformará los granos en carne agregándoles valor. Las teorías vulgares pretenden que la agricultura genera poco empleo. Sin embargo, un reciente trabajo de Juan LLACH demuestra que las cadenas agro- industriales producen el 37% del empleo que se crea en Argentina. No es cierto que la industria crea mas empleo que la agricultura y la manipulación de los alimentos.

Persona 3. Si uno analiza la cantidad de empleo que genera un millón de dólares en la industria y en el agro, no son tan diferentes las cifras. Una industria como una fábrica de automóviles necesita 800 millones de dólares y requiere entre 1000 a1200 personas y el agro, considerando el valor de la tierra se aproxima y son cercanos los empleos que genera.

Caro Figueroa: Hay un trabajo de Manuel R. ALVARADO que cuenta que alrededor del año 1900, la agricultura salteña se desenvolvía como lo relata la Biblia, hace 2000. Ahora nuestra agricultura se modernizó, la mayoría de los agricultores salteños son verdaderos empresarios y la actividad demanda inversiones, nuevas ideas, innovación permanente, enormes infraestructuras. Unos pocos números muestran la importancia adquirida por la agricultura local dentro de la economía pública y privada de Salta. Y muestra también los daños que producen a Salta las políticas del Gobierno central. La Nación detrae a Salta mil millones de pesos en concepto de “retenciones”. Una cantidad con la que podríamos liquidar el problema de la pobreza. O reflotar el FFCC Belgrano que, según estimaciones solventes, cuesta 250 millones de dólares. O cubrir nuestro déficit de silos, caminos y obras de regadío. Hay una enorme cantidad de trabajo por hacer, derivados directamente de la agricultura. Necesitamos más investigadores, más ingenieros agrónomos. O sea, pensar la agricultura con las categorías ideológicas de los años 70, además de un anacronismo, es un error. No quiero decir que si todo sigue igual, la riqueza derramará y todos seremos automáticamente ricos y benéficos. Si la política no intervine para ayudar a que nuestra producción agrícola se multiplique y para que la riqueza se reparta equitativamente, la Salta rica seguirá siendo una quimera. Las Lajitas, la zona de mayor crecimiento económico de Salta, tiene el segundo o tercer mayor índice de pobreza, después de Rivadavia. Esto significa que algo no funciona bien. Tienen que intervenir los empresarios de la zona (creo que están financiando y promoviendo cursos de capacitación en manejo y mecánica del tractor). Y también el Estado local. Pero ¿cómo hacerlo si el Gobierno central nos expropia recursos para financiar, por ejemplo, el tren bala? El reto de duplicar la producción agropecuaria y agroindustrial demanda, además de lluvias y otros factores naturales, enormes inversiones. Inversiones que sobradamente podrían financiarse si el precio de mercado de nuestra producción viniera y se quedara en Salta y no emigrara vía impuestos distorsivos.

Persona 4. ¿Cómo se derrama la riqueza?

Caro Figueroa: La política social es la vía más a mano. Pero sus efectos solo serán globalmente beneficiosos si se desvincula de las prácticas clientelares (reparto zapatillas o jubilaciones para que me voten) que nos empobrecen más. Pero, en nuestro caso provincial, la vía más idónea es la multiplicación de la producción local acompañada de medidas de fomento del empleo. No puede ser que la producción de Salta “derrame” mil millones de pesos anuales (casi el 40% del presupuesto salteño) sobre Buenos Aires.

Persona 2. Entiendo el problema sobre la base de la cadena de valores. La producción primaria está de moda hoy: el campo, la soja, las retenciones. La cadena de valor tiene que influir en todos los ámbitos de producción que tiene la provincia. Un dato llamativo, en el año 80, se hizo un relevamiento de cuantos tornos tenia Salta y no llegaba a los 50. Eso es un indicador de que la transformación era poca, escasa o nula. De forma tal que si de la soja sacamos plástico, bueno es un avance, pero sobre la base de producción primaria seremos potencialmente ricos pero no solucionamos el tema de la pobreza. Sin cadena de valor lo veo medio complicado.

Caro Figueroa: Más complicado lo tendríamos si la tonelada de soja valiera 100$ o no tuviéramos petróleo. Hoy el valor de los bienes que producimos se ha multiplicado en términos reales y por primera vez en décadas. Y ahí radican las oportunidades y las fuentes del optimismo. En los últimos años, cuando los precios agrícola-ganaderos eran buenos, eran buenos para la pampa húmeda, no para los que tenían que pagar 200 dólares o pesos de flete. Es la primera vez, en la historia, según entiendo, después de la era de las mulas, que nuestra producción vale. Ese es el punto de partida. Para que esa producción haga a Salta rica hay que recorrer un largo camino. Desde luego hay que cambiar la política, los empresarios tiene que hacer su propia composición de lugar, hacer cambios, los trabajadores también.

Persona 3. La tarea institucional es un punto muy importante, en la medida que no hay reglas de juego permanente, es el viento de cola que hoy tiene que llevar adelante todas estas la producciones a buen precio, si la gente no tiene regla de juego clara a muy largo plazo , no a 2 - 5 años, va a tratar de sacar el máximo valor y nunca va a pensar que con la plata de la soja se puede poner a lo mejor un molino harinero y en el día de mañana con la plata proveniente de harina pondrá otro tipo de industria. Eso no va a pasar si no hay un horizonte jurídico confiable a muy largo plazo.

Caro Figueroa: Dentro del genérico requerimiento de calida institucional, el de la seguridad jurídica es uno de los primeros. La inestabilidad fiscal (el gobierno metiendo la mano en el bolsillo de los productores vía impuestos distorsivos, con tarifas móviles y confiscatorias) destruye nuestras oportunidades. Un simple Decreto basta para tirar abajo la Ley de estabilidad fiscal para el sector de la minería. De esta manera no hay quien invierta. Y nuestra riqueza minera quedará sepultada. Los atajos y las corruptelas que hoy “engrasan” y facilitan los negocios en Salta, no son alternativas a la calidad institucional.

Persona 5. Cuando se habla de pobreza, la evaluamos a través de la línea de pobreza, necesidades básicas insatisfechas, o sea que la población no tiene el acceso a una alimentación adecuada que es lo básico. Se refiere a la falta de producir alimento para consumir o no accede a dinero suficiente para comprarlo. Es un problema multifactorial y multisectorial para sacar la pobreza. Uno de los aspectos que no debemos perder de vista es que esta población tenga buena alimentación, tenga acceso a servicios de salud y de educación, temas centrales para luchar contra la pobreza, de manera que esta gente que está hoy en condiciones de pobreza pueda salir de ese circulo vicioso, que es la pobreza , la enfermedad, la falta de salud, la falta de agua, para que tengamos población de mejor calidad para que pueda ir accediendo a mejores trabajos y contribuir al desarrollo de la provincia. Se necesita de políticas dirigidas hacia la pobreza. Los puntos muy generales son buenos, porque es muy complejo el problema. De que manera podríamos ir influyendo para mejorar el nivel de la población. Ahí está el problema. La gente no gana, no produce lo que necesita. Difícilmente puede salir de la pobreza.

Caro Figueroa: Por supuesto que en cada uno de estos temas hay especialistas que saben, creen saber o debieran saber, qué hacer. Acabo de leer un informe sobre el estado de la educación superior en la Argentina. Según el mismo, de los 300.000 jóvenes que habrán de ingresar este año a nuestras universidades, fracasarán 200.000. Es un problema. Habrá que ver en detalle como se soluciona. Yo no lo sé. Hay distintas formas de ver el problema de los alimentos: Me dedico a recorrer los llamados maxi kioscos o mini kioscos de los barrios. Resulta ser que los pobres pagan mayor precio por alimentos de inferior calidad. Esta de moda el consumo de alitas y “trocitos” de pollo, que es lo más barato pero lo de peor rendimiento nutritivo. Cuando hablo del problema de la cantidad de alimentos, me refiero a un mundo con casi 800.000.000 de pobres que no producen alimentos, ese es nuestro mercado. Nuestros pobres son pobres en un país que produce alimentos. No creo, en absoluto, en la mano invisible. Hacen falta nuevas políticas y nuevas regulaciones. Las actuales están pensadas para un país pobre, para la Salta pobre.

Persona 6. Agrego una reflexión al tema Salta Pobre - Salta Rica. Debemos pensar los salteños en el siguiente tema: hace 70 años el ingreso medio del salteño era igual al 80% del ingreso medio de un argentino, hoy es el 50% de la media argentina. Si lo medimos con relación al ingreso en la Capital Federal, el de un salteño hace 70 años era el 37% y hoy es el 17%. En lugar de converger con la media nacional, nos distanciamos de la misma, lo que indica que faltan en la Argentina las políticas de desarrollo regional, que están contempladas en la constitución con la reforma del año 94, cuando habla de políticas diferenciadas para las regiones de menores desarrollos relativos que en Argentina son el noroeste y noreste. Otra cuestión. Los recursos se generan por la agricultura extensiva y terminan en el tesoro nacional y no vuelven a la región que los ha producido. Pasa algo similar con otro gran comodity que producimos los salteños y que aumentaron los precios, los hidrocarburos: el petróleo y el gas. A la provincia le pagan regalías en base a 42 dólares el barril de petróleo, con lo cual terminamos subsidiando desde nuestra pobreza salteña a la Argentina desarrollada. Me parece que el tema federal mencionado por Armando es muy importante para poder hacer un planteo fuerte en el escenario nacional.

Caro Figueroa: He citado de paso al documento de PROGRANO, de la Fundación “Producir conservando”. También el informe de Juan LLACH sobre las perspectivas de futuro del consumo de alimentos a nivel mundial. Pero omití citar otro trabajo que usé para preparar esta charla. Me refiero al documento “La necesidad de la política de desarrollo regional” del doctor Ricardo Gómez Diez. Lo cito tarde y agradezco al autor aquí presente, con quién mantengo amplias coincidencias sobre el presente y el futuro de Salta y del país. Un último tema: Si el proceso que estamos viviendo y que nos abre las oportunidades a las que me he referido no es acompañado desde la política, las cosas no transcurrirán del modo más feliz para los salteños. En la medida que la izquierda salteña siga pensando como en los años 70, y la derecha salteña (si es que existe y no sucumbió en los perfumados brazos del populismo) también sigue pensando como antes, nuestros problemas no tendrán solución. Porque los países para funcionar como países ricos necesitan un cierto consenso básico. Estoy pensando en el movimiento sindical. Y pienso que en la medida que existan en él fuertes enclaves anticapitalistas que -además- no son respetuosos de la libertad sindical, o de ciertos derechos fundamentales (como el derecho de huelga ejercitado respetando otros derechos), tenemos un problema. Hacen falta voluntad, talento y sobre todo visión de largo plazo.

Finalizo aquí, agradeciéndoles la oportunidad y la paciencia. Hasta pronto.



ANEXO BIBLIOGRÁFICO

CENTENO, Francisco “Virutas históricas”, Editorial J. Méndez, Buenos Aires – 1935.

DIEZ GÓMEZ, Sonia María “Las Lajitas: el río y sus memorias”, Editorial Fundación CAPACITAR del NOA, Salta 2006.

VISENTINI, Carlos y PEREYRA, Abel Eduardo “El chaco salteño”, en “Estudio socio-económico y cultural de Salta”, Editorial UNSA, Salta 1084.

AAVV, “Diagnóstico socio-económico – Provincia de Salta”, CIEES, 1999.

SAN MIGUEL, Carmen Rosa “Mi niñez”, Editorial GENITREX, 1999.

“Anuario Estadístico Provincia de Salta”, Años 2006 y 2007;

OLIVERIO, Gustavo y otros “Potencial y limitantes de la producción agrícola y ganadera del NOA”, Marzo 2005.

LLACH, Juan José y otros: “La generación de empleo en las cadenas agroindustriales”, Fundación Producir Conservando, Junio de 2004.

AAVV, “Minería de Salta”, Gobierno de la Provincia de Salta, 2007.

BEECHE, Gregoria “De Salta a Cobija”, Editado por la Fundación Nicolás García Uriburu, 2008.

CORNEJO, Atilio “Historia de Francisco de Gurruchaga”, Salta, 1978

ALVARADO, Manuel R. “El transandino del Norte”
LOPEZ, Mario Justo “Nueva historia del ferrocarril en la Argentina”, Editorial LUMIERE, 2007.

GOMEZ DIEZ, Ricardo “La necesidad de la política de desarrollo regional”.